Empezó octubre y, un poco a tono con lo que implica Halloween, voy a estar subiendo reseñas y una entrada de recomendaciones a lo largo del mes. Porque, por más que no se festeje en todos lados, nadie nos priva de eso. No soy una persona que mire películas de terror (me asustan mucho y lo digo en serio), pero me encanta leer ese género siempre que puedo. Hoy presento uno de los que más me gustan y en el blog pueden encontrar (si quieren leerlas) mis reseñas de Drácula y Siempre hemos vivido en el castillo (que es más de suspenso que de terror, pero está buenísimo y no me importa, igual lo recomiendo). Feliz mes del terror para los fanáticos 💀
Título: El papel pintado de amarillo (o "El empapelado amarillo")
Título original: The Yellow Wallpaper
Autor: Charlotte Perkins Gilman (1860- 1935)
Año de publicación: 1892
Traducción: Victoria Rosado Castillo*
Calificación: 🌟🌟🌟🌟🌟
No sé por qué tengo que escribir esto.
Yo no quiero.
No me siento capaz.
Y sé que John lo vería absurdo. Pero tengo
que decir lo que siento y pienso de una manera
o de otra...
Perturbador. Muy perturbador. Me encantan los relatos que sugiriendo un poco dicen mucho y, si además están bien escritos y la historia atrapa, mejor. Para colmo, estuve husmeando en la vida de Charlotte Perkins Gilman y encontré una nueva autora de interés. Bingo.
Yo no quiero.
No me siento capaz.
Y sé que John lo vería absurdo. Pero tengo
que decir lo que siento y pienso de una manera
o de otra...
Perturbador. Muy perturbador. Me encantan los relatos que sugiriendo un poco dicen mucho y, si además están bien escritos y la historia atrapa, mejor. Para colmo, estuve husmeando en la vida de Charlotte Perkins Gilman y encontré una nueva autora de interés. Bingo.
The Yellow Wallpaper nos presenta a una protagonista sin nombre que narra su experiencia en una casa de verano, en donde vive durante unos días junto con su marido John porque ella sufre una depresión nerviosa. John, que es médico, le recomienda reposo y nada de trabajo, pero a falta de esto ella encuentra una obsesión: el horrible y maltratado empapelado amarillo de la habitación en donde duerme. Ella busca los diseños, las tramas, las interrupciones… y ahí empieza el problema.
Está escrito de una forma que envuelve al lector y lo incluye en la mente de la protagonista, un lugar del que uno quiere salir inmediatamente. Es exasperante. No es una crítica, sino un halago. Cuando la mujer describe el papel amarillo y cuenta el procedimiento de los diseños que va rescatando, además de comunicar que le tiene aversión y de contagiársela al lector, el descontrol empieza a hacerse presente en el relato y se precipita hacia los acontecimientos finales, que son tan confusos como aterradores (no es ningún spoiler: desde el primer párrafo ya se dilucida que esto no se trata de las vacaciones de una familia feliz). Y estos, dicho sea de paso, constituyen uno de los finales más impactantes con los que he tenido el placer de encontrarme. Lo leí tres veces: después de superar el desorden mental sufrí una especie de shock literario.
Se me hace imposible dejar de lado el tratamiento médico al que la protagonista es sometida. Reconozco que ella tiene serios problemas y a veces hasta se vuelve irritante, pero es comprensible. Según John, un ser insoportable para mi gusto, su esposa necesita dejar de escribir por un tiempo y dedicarse a tareas tan “domésticas” como pasear por el jardín. Así que es muy interesante para analizar cómo la época victoriana cruzó el Atlántico y recluyó a muchas mujeres (enfermas o no) entre cuatro paredes. Prefiero evitar las comparaciones con las biografías de los autores, pero muchas veces no se puede ignorar que debajo de lo que se está leyendo hay algo personal, como un reclamo que no se puede hacer en voz alta o una ideología que respetar. Existen miles de lecturas para extraer de este relato y me fascinó, dos cosas que no siempre puedo congeniar.
En conclusión, el libro arrastra al lector y lo angustia con una historia un tanto tenebrosa y dinámica, pero no vacía de contenido. Es muy recomendable para aquellos que no teman quedar confundidos. Personalmente, después de terminarlo decidí que nunca en mi vida empapelaría una habitación de amarillo… Por las dudas.