Título original: Fahrenheit 451
Autor: Ray Bradbury (1920-2012)
Año de publicación: 1953
Traducción: Alfredo Crespo
Calificación: 🌟🌟🌟🌟🌟
Lee algunas líneas y te caes por el precipicio
Lo primero que sentí cuando leí Fahrenheit 451 fue dolor ¿Los libros pueden sentir dolor? Porque casi escuchaba gritos en las escenas donde los queman. Y ahí una no sabe si son los gritos propios o si de verdad los libros se quejan. Esta historia causa impresión por varias cuestiones, pero las principales se reducen a dos: la aniquilación del conocimiento y la estupidización de las masas. Suena curiosamente real, ¿no creen?
Estados Unidos, año incierto (el futuro, eso seguro). Los bomberos ya no apagan incendios, sino que los provocan cada vez que alguien da el alarma: cualquier libro que se encuentre debe reducirse a cenizas, junto con la casa. Montag es un bombero que viene sufriendo una crisis “profesional” que se profundiza cuando conoce a su vecina, Clarisse, que le genera dudas en las conversaciones.
Bradbury presenta las preocupaciones de la época, donde cada pequeño invento era un gran acontecimiento. Y de repente las personas se veían atraídas por una pantalla, por las emisiones de radio, las comunicaciones y por la inmediatez de las noticias. Ahora esto nos parece pan comido, pero en aquellos años debió haber sido tan asombroso como terrorífico. En la realidad de Montag, la familia aparece por televisión, hablando y chillando cosas sin sentido. No hay debates, los pocos libros que existen (o que se permiten) están ilustrados y cuentan historias vacías, las artes liberales están prohibidas. En cierto momento el vacío de los diálogos y la negligencia de las personas generan pánico intelectual. Y no sé hasta qué punto no se trata del eco de un pánico actual (lamento ser pesimista, pero lo soy).
Imagen de la película de HBO (IMDb) |
El estilo de Bradbury me gusta porque, aunque utilice la tercera persona, se mete en la conciencia del personaje y extrae pensamientos en primera (sí, aunque esté prohibido pensar). Eso acompaña a los momentos de crisis de Montag. Las frases cortas, paradójicamente, aceleran la lectura como si fuera alguno de los libros permitidos en la distopía. Sin embargo, eso no significa que carece de profundidad. Lo único que tengo para criticar con respecto a la escritura es el uso reiterado de algunas metáforas (no sé si es un error… yo lo tomaría como algo que no me gustó mucho y ya) y la vaguedad con la que se tratan ciertos temas políticos. El centro de la atención está en la opresión, por supuesto, pero me hubiera gustado saber más de ese mundo en guerra.
En definitiva, todo esto que leyeron (ojalá que se hayan concentrado) desemboca en un “lo recomiendo” rotundo. Si les gusta leer, si se ponen mal cuando ven un libro deshecho (en esta novela los queman, no hay nada para hacer…), si les asusta la calidad del entretenimiento y la educación y una infinidad de temas acordes al siglo XXI, esta es su distopía. No hay nada que pensar.