viernes, 26 de mayo de 2017

"La edad de la inocencia", de Edith Wharton


Título: La edad de la inocencia

Título original: The Age of Innocence

Autor: Edith Wharton (1862- 1937)

Año de publicación: 1920

Traducción: María Rosa Duhart

Calificación: 🌟🌟🌟🌟🌟


Quiero decir... ¿cómo te lo explico? Siempre me pasa lo mismo. Cada vez sucedes de nuevo para mí. 



Edith Wharton debería dar clases (si pudiera) de cómo se debe transformar una historia sencilla en una que adquiere tanta vida propia por la forma en que está contada, que la simpleza deja de importar. La edad de la inocencia no tendrá EL argumento, no es una red intrincada de personajes, intereses y giros, pero compensa todo con una trama que se enreda y va fluyendo sola, casi sin que Wharton la empuje, hacia el final. 

La historia está ambientada en la New York de 1870 y algo. Allí están los miembros de la aristocracia, esos que se quieren parecer a los europeos pero que no cesan de diferenciarse de ellos, armando sus costumbres y sancionando con el olvido a aquellos que no las respeten. Newland Archer es un joven abogado que está comprometido con May Welland, quien a la vez tiene una prima, Ellen Olenska, que vuelve a New York después de un turbulento matrimonio en Europa. Mientras la familia trata de convencerla de que no se divorcie de su marido y vuelva con él, Newland deberá convivir con algunos sentimientos que pensó que ya había enterrado con su pasado. Las mentiras, lo dicho y lo no dicho, la presión de la sociedad y de las familias serán determinantes.

Es predecible, lo sé. Casi todo el libro se debatirá en las idas y venidas de un hombre que está a punto de casarse y que ve una sombra cada vez que piensa en la palabra “matrimonio”. Y esto es, en parte, un pilar fundamental de la historia, ya que la voz narradora se encargará de desgranar muchas ideas sobre el matrimonio, los conflictos y las obligaciones de las personas que lo conforman. También critica a la sociedad neoyorquina con una ironía cruel que hasta me sonó vengativa, porque después de leer los pasajes que le dedica una no tiene ganas de vivir en esa época. El círculo de gente respetable (hasta cierto punto…) y con poder es tan diminuto, que siempre se queda en el centro del blanco de las conversaciones que se dan en las reuniones. Eso le sucede a Ellen Olenska, que con sus intenciones de divorciarse, su manera de vestir y su pasado dudoso es un tema ineludible de charla y de críticas. No se lo merece: a lo largo de la historia este personaje demuestra tener un carácter admirable, además de pronunciar la mayoría de las frases geniales que se dicen en La edad de la inocencia.

Sin embargo, el protagonista es Newland. Me encantó como personaje masculino, sin importar que algunas actitudes hacia el final del libro sean un tanto reprochables. SPOILER No me gusta, por supuesto, que engañe a May con otra mujer, ni siquiera de palabra. FIN DEL SPOILER  Newland aporta una perspectiva ceñida de la sociedad neoyorquina (a la cual él pertenece y debe padecer), en donde la familia de su novia es una de las voces más censuradoras de la misma. Él se debate entre lo establecido y lo que podría ser. Se nota la tensión que vive cuando trata de defender lo indefendible mientras los demás señalan con el dedo y lo meten en compromisos como convencer a Ellen de que no se divorcie porque está mal visto. No es lo único que va a complicar a Newland en el libro, pero en esos lugares surge la riqueza del personaje y me gustó mucho cómo lo manejó Wharton. Hay muchos otros personajes que se destacan por estar de un lado o del otro, como Mrs. Welland y Beaufort, por evocar a dos  que serían el agua y el aceite. Y luego está May, la novia en cuestión, que provoca frialdad con su “no opinión” de los asuntos, las descripciones desfavorables de la narración y los pensamientos de Newland. Ella tampoco puede eludir los comentarios malintencionados de algunas personas, pero no despierta simpatía como para defenderla. Y al final, tienen un poco de razón. Lo único que pude admirar de ella fue su entereza.

Está bien narrado, con una voz cargada de flechas contra los “intachables” de New York y sus reglas ridículas que afectan la vestimenta, las visitas a las casas, la Ópera y hasta las bodas. Tanto en esta novela como en algunos cuentos que leí, Wharton apunta a temas de los cuales todavía no se hablaba demasiado o causaban cierta incomodidad, a pesar de situarse ya en el siglo XX. Aunque este libro no presenta ninguna resistencia en el estilo, particularmente me sentí perdida en los primeros capítulos que establecen las relaciones de parentesco de unos cuantos personajes. Como usan doble apellido, algunas parejas me hicieron una maraña en la cabeza, pero fue temporal (por suerte). Más allá de eso, La edad de la inocencia se deja leer y sorprende con escenas muy bonitas y memorables entre los protagonistas. El final es agridulce y esperaba que fuera así por el curso de los acontecimientos.

Disfruté mucho este libro y lo recomendaría a personas que estén enemistadas con el género romántico, como yo. Cuenta una historia de amor pero no la exprime y no la arruina con melodramas innecesarios y agregados de azúcar en proporciones temibles. Hay amor y pasión, pero no como uno se lo imagina al leer las contratapas de ciertos libros. Esto es más del estilo de Jane Austen, en donde un matrimonio que está por concertarse termina sacando a la luz otras cosas, como la hipocresía de ciertos personajes y los convencionalismos endebles. Wharton tiene un estilo propio, muy sencillo pero sin fisuras, y se vuelve una autora muy interesante para ver. No me había convencido con los cuentos, pero esta novela sacó a relucir lo mejor de ella, evidentemente.