Autor: Bram Stoker (1847- 1912)
Año de publicación: 1897
Traducción: Dolores Aranguren
Calificación: 🌟🌟🌟🌟🌟
Pues la vida, después de todo, es sólo una espera por alguna otra cosa además de lo que estamos haciendo; y la muerte es todo sobre lo que verdaderamente podemos depender.
No puedo calificar con menos estrellas a un libro que, además de ser entretenido y de tener los condimentos que se le piden, condensa muchas de las premisas del victorianismo y pinta al siglo XIX. Difícilmente pase inadvertido todo lo que hay detrás de la lucha entre el vampiro (el Mal) y un grupo de personas (el Bien) que se propone exterminarlo. Lo cierto es que Drácula no envejeció (chiste tonto) frente a mis ojos e incluso ahora, en la relectura, pude ver cosas que antes había ignorado por distintas razones. La reseña tiene un spoiler, pero está debidamente señalado y si quieren verlo sólo tienen que seleccionar el espacio en blanco que hay entre esas señales.
El argumento es conocidísimo: un hombre viaja a Transilvania para cerrar la venta de unas propiedades. Las cosas empiezan a salir mal desde el inicio, ya que Jonathan Harker encontrará en el camino indicios de la probabilidad de no volver del lugar hacia donde se dirige. Pero como son extranjeros supersticiosos (la itálica es mía), hará oídos sordos y el resto es historia. Se aloja en el castillo de Drácula y empiezan a suceder cosas tan aterradoras como que el anfitrión trepe paredes. Sep. Por otra parte, se abre una línea de la trama en donde la protagonista es Mina, la prometida de Jonathan, junto con su amiga Lucy.
Que sea una novela epistolar le da múltiples ventajas. El lector tiene todas las perspectivas en la mano y puede hacer lo que los personajes no pueden hasta la mitad de la novela: leer o escuchar lo que escribió o grabó el otro. Me interesó mucho cómo esta historia tan particular de terror se construye en base a los momentos de escritura ajenos (cartas, telegramas, diarios) y de la puesta en orden de los hechos. Además, es muy importante a la hora de la resolución del problema. También se logra que el estilo oscile entre lo cargado y lo sencillo, ya que hay una limitación en la elaboración de las frases de alguien que escribe un diario y en donde los acontecimientos requieren celeridad. Básicamente, estos personajes no se pueden sentar a reflexionar cada una de las palabras porque tienen a un vampiro amenazándolos detrás. Eso está muy bien manejado por parte de Stoker, que escribe de forma excelente pero no abruma. A veces se detiene particularmente en algunos asuntos (las explicaciones de Van Helsing son muy extensas, por ejemplo) y luego retoma el ritmo dinámico. Personalmente, me aburrí un poco con las indagaciones de Jonathan, que parecían un largo trámite lleno de papelerío.
Me sorprendió darme cuenta en esta relectura que Drácula podría haber sido tranquilamente un comic. Tal vez suene desubicado, pero es lo que pienso. La idea de seis personas que se reúnen en privado para derrotar a un enemigo que planea algo malévolo (en este caso, diseminar su raza, y eso tiene connotaciones típicas del siglo… en esta materia recomiendo fervientemente El Horla, de Guy de Maupassant) se parece mucho a una historieta o película de superhéroes. Y creo que es por eso que me gusta más, porque es una novela que a finales del XIX muestra una premisa que se repetirá en el siglo siguiente. Con otros agregados, otros planteos, otras personas, pero lo hará. Esto que estoy elogiando no significa que el libro derroche acción o en algún momento a Harker se le ocurra confeccionarse un traje, no. El verdadero caos se produce hacia el final (un tanto precipitado, tengo que decirlo) y el resto consiste en el descubrimiento y conocimiento del enemigo. Drácula, al igual que varios villanos, también viene de otro lado, habla un idioma diferente y tiene características que a muchos les cuesta entender. También me desconcertó eso, de buena manera: la cantidad de poderes y habilidades de este temible vampiro. Es una criatura tan especial que los momentos de destrucción de un vampiro son los que más miedo dan durante la lectura, ya que implica una violencia muy explícita sobre los cuerpos. El hecho de ser un muerto vivo, aquello que no debería ser pero sigue caminando entre los que sí son, añade un plus al terror.
Con respecto a los personajes, son variados y están muy bien armados. No quiero comentarlos uno por uno porque no sé hasta qué punto hacerlo daría pie a un spoiler pero me conformaré con decir que, a pesar de todo el discurso en donde ellos se perciben como “ministros de la voluntad de Dios” cuya finalidad en la Tierra es acabar con el mal que podría extenderse por Gran Bretaña y luego infectar el mundo, los protagonistas triunfan al llevarse la simpatía del lector. O la mía, al menos. Jonathan, Mina, Arthur… Todos tienen sus personalidades distintivas y convergen al aparecer una meta en común, ya que las personas a las que Drácula perjudica son sus seres queridos. Creo que ahí está la clave de la simpatía: ellos toman al peligro en serio y deciden hacerse cargo de ese ser extraño que afectó la normalidad de sus vidas. Jonathan vuelve del viaje y no se queda sentado en su casa, Mina no se cruza de brazos ante el sufrimiento ajeno, Van Helsing se pone al hombro un problema que ni siquiera era suyo. Algunos, como Seward, representan el lado escéptico de la ciencia (y del siglo XIX) y está muy bien que ofrezca resistencia. El único personaje que no terminó de convencerme fue Renfield: sus apariciones siempre despertaban mi atención pero no encontré una funcionalidad fuerte en la trama, más allá de que desliza la razón de ser de Drácula. El vampiro, por su parte, no aparece demasiado pero cada vez que lo hace se roba la escena, por así decirlo. Lo que no me gustó es que se pusiera a explicar sus motivaciones y planes cada vez que lo hacía (o quizá yo esté bastante harta del mansplaining en general). Algo que casi olvido mencionar: hay comentarios y opiniones de los personajes principales que me cayeron pesadas (igual son disparadores de análisis, no me puedo quejar tanto) porque se ponen en una posición cuestionable de superioridad mental y económica. En ciertos momentos dependen de trabajadores de distinta índole y no les hacen un retrato muy favorable. Pasa algo similar con los extranjeros.
Mención aparte merece la cuestión de las mujeres en esta novela. No me extenderé en esto porque sé que soy insoportable y hay cosas que, obviamente, prefiero reservarme para mis trabajos, pero es saludable ponerlo en la mesa. Me hice muchas preguntas mientras leía. En varias ocasiones se comparan a las tres vampiresas de Drácula con Mina o con Lucy y las primeras salen perdiendo a los ojos ajenos (tanto de hombres como mujeres). Y, al mismo tiempo, ninguno de los hombres (Van Helsing en particular) deja de mencionar que Mina y Lucy son hermosas. Entonces, ¿la belleza causa pánico si viene de una “pecadora” (cargada de erotismo, para colmo) pero es loable si la mujer es “pura”, preferiblemente devota? ¿Van Helsing y sus amigos hubieran decidido ayudar a Lucy si ella no hubiera sido bonita, condición que se repite en el texto hasta el hartazgo? ¿Por qué la gente se sorprende de la inteligencia de Mina? Cuando los protagonistas deciden encargarse de Drácula sin involucrarla, el recato victoriano sale a luz. Las excusas son demasiado ridículas y sexistas para la gente de este siglo (yo me reí en voz alta mientras las leía), pero esconden todo un aparato de convenciones sociales y creencias. Ni siquiera los hombres se escapan de ellas cuando se resalta la fuerza y la valentía de los mismos (en el episodio de las transfusiones de sangre, por ejemplo), como si fueran características obligatorias y que excluyen, por supuesto, los momentos de llanto. Lo bueno es que Stoker destraba esos lineamientos con acciones que me sorprendieron gratamente. SPOILER Arthur casi se desploma del dolor y no por eso se reduce su importancia en la consideración del lector, así como también Mina termina siendo irremplazable en la resolución de la ruta de Drácula. FIN DEL SPOILER
Por estas razones y muchas más Drácula no pasa de moda aunque los vampiros sí lo hagan, refiriéndome un poco a las infinitas y casi constantes reversiones que se realizan de este mito. Podrán cambiarles la dieta, volverlos más amables o atractivos (Drácula no lo es, por cierto), pero siguen siendo una fuente de terror gracias a que al menos sobrevive la idea de la alimentación con sangre, de la transformación y corrupción del cuerpo, de la extinción de la vida misma. Si bien Stoker no fue el primero en tratar el vampirismo, no se le puede negar que le dio un nivel supremo, organizando una historia detectivesca de a ratos y, fundamentalmente, de miedo. Es curioso: la novela es tan eterna como su personaje. Lo tiene merecido.
Libros similares:
El vampiro, John Polidori
Carmilla, Joseph Sheridan Le Fanu
Dracula' s Guest, Bram Stoker (es un capítulo de Drácula que fue eliminado)
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