viernes, 8 de marzo de 2019

"Sangre de tinta", de Cornelia Funke (Mundo de tinta #2)

Durante este mes me voy a dedicar a subir contenido relacionado con mujeres escritoras 💜 Hoy traigo la reseña del segundo libro de la trilogía Mundo de Tinta.




Imagen de Goodreads
Título: Sangre de tinta (Mundo de tinta #2)

Título original: Tintenblut (Tintenwelt #2)

Autora: Cornelia Funke 

Año de publicación: 2005

Traducción: Rosa Pilar Blanco

Calificación: 🌟🌟🌟🌟🌟

Composición de la serie:
1) Corazón de tinta
2) Sangre de tinta
3) Muerte de tinta



Aviso: cierta información en la reseña puede ser spoiler si no leyeron el libro anterior. 

No quise leer la sinopsis de este libro para que no me adelantara nada de lo que pasaría (tampoco leí la sinopsis del tercero), así que cuando empecé el libro fue casi como abrir la caja de Pandora. Y no estoy usando la comparación refiriéndome a las sorpresas (“caja de Pandora” está siendo mal usada últimamente), sino que dentro del libro están todos los males ¿Clichés? ¿Olvidos, tramas poco consistentes? No, Sangre de tinta es un retrato de todos los males que hay en esas historias que amamos demasiado y queremos que terminen bien. Pero ya desde el principio se nota que, para los protagonistas, todo irá de mal en peor en un mundo muy medieval, que se rige con otras reglas… y los manejos de un autor megalómano. 

Para evitar spoilers, sólo diré que varios personajes queridos vuelven al Mundo de Tinta (o van por primera vez…) a raíz de la aparición de villanos conocidos que sobrevivieron a los acontecimientos de Corazón de tinta y un nuevo lector-mago con unas habilidades impresionantes. Eso desencadena una serie de alteraciones en la historia y Meggie, ayudada por otras personas, intentará que las cosas lleguen a buen puerto. 

Mo (Brendan Fraser) en el film "Corazón de tinta" 
Me encantó que se haya complicado. El escenario cambia y eso lo hace más impredecible, al igual de emocionante ¿Qué hay en el Mundo de Tinta? ¿Quién o quiénes lo gobiernan? ¿Cuáles son sus animales, sus especies? ¿Cómo es su gente? Esas preguntas se contestan a lo largo de la travesía de los personajes y se puede ver que, aunque parezca un worldbuilding sencillo, existe la intención de hacerlo crecer. Es curioso como el libro de la ficción (Corazón de tinta) y el mundo real se retroalimentan. Y también da mucha pena ver cómo los que quedan de un lado y del otro se añoran. Así que Sangre de tinta está cargado de emociones, tanto de las buenas como de las malas. Los personajes se involucran en una trama palaciega que empieza a afectarlos más de lo que desearían, ya que en ese mundo existen dos príncipes (o tres, depende de cómo lo miremos) que pelean una guerra silenciosa. 

Los personajes merecen un párrafo aparte porque sentí que se trasformaban todo el tiempo. Ya no son los “inocentes” que conocimos en el otro libro: creo que todos han perdido algo y se ven arrastrados en una historia que cambia segundo a segundo y no los deja en paz. Meggie está en la adolescencia y empieza a tener sus inquietudes, Mo no está seguro de que vivir en un libro sea muy bueno, Farid no es de un lado ni del otro, pero le importan personas de ambos… Según mi opinión, el personaje más increíble de este segundo libro es Mo, porque deja de ser un encuadernador apacible y se convierte en algo más (no puedo decir más porque es una de las grandes genialidades de Sangre de tinta). Hay unos cuantos capítulos dedicados al crecimiento de este personaje y son los que más disfruté. Por supuesto tengo que nombrar a Dedo Polvoriento, que no para de sorprenderme con su comportamiento adusto pero afectuoso cuando quiere. Todo el tiempo dice que es un cobarde, pero a mí no me parece que lo sea. 

Creí que este libro se me haría más pesado o que le encontraría alguna falla garrafal, de esas que no se salvan con nada y arruina la experiencia de lectura. Y la verdad es que no hubo nada de eso. Funke sigue contándonos las aventuras de Meggie y compañía con una fluidez alarmante, de esas que hacen que nos preguntemos “¿cómo se le ocurrió?” y “¿cómo lo describe tan bien?”. Lo afirmo sin dudar: esta saga infantil- juvenil es una de las mejores que he leído en mi vida, porque no resigna calidad (ni calidez) en ninguno de los capítulos. Se pueden inventar mil giros en una historia, agregar personajes geniales, crear un mundo increíble, sacar ochenta spin offs, pero eso no es nada si no se lo acompaña con una narración que guste, con una combinación de palabras que atrapen y causen, al menos, la sensación de que la autora tiene talento para contar el cuento. A Funke el talento le sobra.

¿Qué puedo decir en contra? Casi nada. Lo que me sigue molestando es el tiempo que los personajes viven como prisioneros: se pasan todo el libro encerrados en alguna parte y, como en Corazón de tinta eso también sucedía, se me hizo repetitivo. También hay un retraso de los desenlaces porque hay un vaivén de mensajes que tardan demasiado en llegar a destino o no llegan nunca (recordatorio: el Mundo de Tinta se maneja como el medieval). En un momento me exasperó, hasta que aprendí a convivir con ello. No todo puede ser un éxito en el primer intento. Me hubiera gustado, también, que las mujeres fueran más participativas. Hay una clara intención de Funke por demostrar que en ese mundo (que, a la vez, fue creado por un hombre) los roles están fuertemente marcados. Uno de los príncipes, por ejemplo, prohíbe que las mujeres lean. Esto se compensa con Resa, Elinor, Violante y Roxana, que, a pesar de parecerme estáticas, tienen una vida interior muy interesante.


Elinor (Helen Mirren) y Meggie (Eliza Bennett) en "Corazón de tinta" (imagen de Pinterest)

Otra cuestión que quiero mencionar (porque la pensé mientras leía) es la similitud de Cabeza de Víbora, uno de los malvados de este libro, con Lord Voldemort. Funke usa frases de la saga Harry Potter en los inicios de los capítulos (es decir, los epígrafes) así que esa conexión no me parece casual. No es una crítica, sino un detalle para destacar. Es evidente que los libros de Mundo de Tinta fueron hechos por una devoradora de libros, además de una escritora muy capaz. Y me resultó increíble cómo se trata el tema de la creación de las historias. Creo que cualquier persona que se considere autora debería leer esta trilogía. 

El final me hizo llorar, no sólo por las consecuencias de la guerra que se desata, sino también por la genialidad en la construcción: nada se da en diez páginas, como suele pasar con otros libros. Todo se gesta en la mitad del libro y se va agigantando hasta que toca la página 657 (sí, es largo). Y termina, obviamente, con un “gancho” para seguir inmediatamente con Muerte de tinta, cuyo título augura mucho sufrimiento. A modo de resumen, Sangre de tinta no tiene nada que envidiarle a su antecesor y es un salto perfecto hacia la conclusión de la trilogía. Y, sinceramente, espero que no sea una conclusión definitiva.